Conocés a la Virgen del Arazá? 

6 de noviembre 2025

En las calles del barrio, en los relatos de los abuelos y en la tierra misma, late un recuerdo poderoso: la memoria del Riacho Arazá. No es solo un cauce sepultado, es un espíritu indomable que, con cada lluvia intensa, reclama su territorio y nos habla. De ese diálogo entre el pasado que insiste y el presente que recuerda, nació una imagen sagrada: la Virgen del Arazá, creada por las manos del artista Sergio Falcón para darle rostro a esta fuerza protectora.

La memoria que fluía bajo el asfalto
¿Cómo se le pide a un artista que pinte lo invisible? ¿Que dé forma a un susurro, a un sentimiento colectivo que moja los cimientos de la memoria?

La respuesta estaba en el propio Arazá, en esa terquedad ancestral con la que el agua busca su cauce original, recordándoles a las miles de familias que hoy habitan sobre su lecho sepultado que conviven con una fuerza natural que se niega a ser olvidada. Un espíritu que no se fue, sino que se transformó.

Al imaginar ese mismo brazo de agua que alguna vez albergó animales silvestres y montes de guayaba, y supimos que su esencia no había muerto. Hoy, su legado resurge en las historias que los abuelos cuentan, en los árboles que siguen dando frutos en los patios, en la toponimia que evoca su presencia. Y, sobre todo, renace a través del arte. La música, el canto y la danza se han convertido en los nuevos cauces por donde fluye su memoria.

Un espíritu con rostro de madre y fuerza de protectora
Al adentrarnos en su esencia, supimos que este espíritu indomable tenía una identidad femenina. No era una fuerza destructiva, sino una madre bravía. Con su bravura cuidadora, sus aguas dulces ofrecían refugio y alimento en abundancia. El Arazá, en su monte de guayabas, acogía a una fauna pródiga y proveía de sustento a recolectores y pescadores, siendo un pilar de vida incluso en los jóvenes años de Resistencia como ciudad.

Esa cualidad de protectora y madre nos remite a la mistura de etnias y colectividades que nos dieron origen. Para profundizar en su identidad, buscamos en sus raíces guaraníes. Su nombre, Arazá, nos remonta a la historia de la creación misma, donde Tupâ creó al primer hombre, Rupavé, y le entregó el mbokajá (cocotero), mientras que su esposa, Arasy, creadora de la primera mujer, Sypavé, le entregó la fruta del arasá (guayaba). La guayaba, el fruto que define a nuestro riacho, es un legado de la primera madre, un símbolo de vida y nutrición entregado a la mujer.

A esto se suman las historias de las comunidades de afrodescendientes en la ciudad, que cuentan sus propias narrativas acerca del espíritu que cuidaba esas aguas abundantes, enriqueciendo el tapiz cultural del Arazá.

Nace la Virgen del Arazá
Con toda esta carga emotiva, histórica y espiritual, nos acercamos al maestro Sergio Falcón. Compartimos con él este sentir colectivo, este río de voces que pedía a gritos una imagen. Le hablamos de la madre, de la protectora, de la que recoge guayabas y conversa con las aves frente a un río abundante de peces.

Y desde su interpretación religiosa y profunda sensibilidad, dio vida a la Virgen del Arazá. Una imagen que nos recuerda a la Virgen María, pero con los aspectos de una mujer litoraleña. En ella, vemos a nuestra madre ribereña: recoge guayabas en su delantal, conversa en silencio con los pájaros y mira con dulzura un río rebosante de vida. Es la síntesis perfecta de la fe, la cultura y la memoria.

Esta imagen no es solo un cuadro; es un espejo. Nos refleja y nos recuerda de dónde venimos. Es el cauce final que el espíritu del Arazá estaba buscando: un rostro para venerar, una presencia para agradecer y un símbolo eterno de que, aunque el progreso intente sepultar la historia, el agua de la memoria siempre encuentra su camino.

Dónde verla?

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