Una de las voces más destacadas de la literatura argentina, forma parte de la FILC 2022 con diversas actividades. Además de presentar su último libro, La Mujer Maravilla y yo (Caleta Oliva) junto a Paula Jiménez España y Thelma Fardín el domingo 23 a las 19, es la curadora del Festival de Poesía “Poesía es Resistencia”, que se llevará adelante el sábado 22, a las 19.
Claudia Masin nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Publicó los libros de poesía La cura, Abrigo, Lo intacto, El cuerpo, entre otros. En esta entrevista, Masin enfatiza en la potencia de la escritura como proceso reparatorio: “la poesía tiene el inmenso poder revertir cosas que efectivamente han sucedido, modifica el modo de estar en el mundo”.
¿Cómo fue el proceso de escritura de La Mujer Maravilla y yo?
El proceso empezó en el verano de 2021, en un pueblito en medio de las sierras, aislada del mundo en una cabaña con mi pareja y fue de alguna manera mi cable a tierra. Para mí fue el año más complicado de la pandemia, porque fue cuando empecé a experimentar los efectos físicos y psíquicos del encierro, algo que de una manera u otra nos alcanzó a todes.
¿Qué estabas buscando en la construcción de este libro?
En La Mujer Maravilla y yo pude intentar poner en palabras ese malestar que sentía, que no tenía que ver sólo con la pandemia, sino con lo que desató en muchísimes de nosotres: una conexión con hechos de nuestra propia historia, una comprensión más amplia de las cosas que que habíamos vivido, una especie de balance y de introspección que muchas veces nos llevó a lugares oscuros que son esos lugares oscuros que yo considero que es necesario atravesar para poder llegar a alguna luz. Creo que este libro de alguna manera narra este recorrido de una oscuridad muy profunda, de un malestar muy profundo, hacia un estado de liberación.
¿Qué significa para vos entender a la poesía como reparación?
Pienso que la poesía es liberación del dolor, que tiene una función reparatoria, que cura. No como lo haría una terapia, la poesía no es terapéutica porque no busca curar, sino que lo produce de una manera casi milagrosa, yo siempre digo como curan los chamanes o las curanderas. De repente, al ir escribiendo cada uno de estos poemas, iba haciendo que apareciera en mí un alivio. Que ciertas cosas de mi historia, que se enlazan a la historia de mi tiempo y de mi sociedad (y sobre todo, las historias de las mujeres de mi tiempo y de mi sociedad), empezaron a tomar forma, a constituir un relato y una trama. Eso me parece una de las cosas más mágicas que hace la poesía: darnos la posibilidad de contar una historia ahí donde sólo tenemos fragmentos, esquirlas, como si hubiera caído una bomba o hubiera sucedido una guerra y no pudiéramos dar cuenta de los daños que han sucedido. La escritura de alguna manera repara, hace el recuento de daños, y fundamentalmente los repara. Crea otra manera de estar en el mundo, en el mejor de los casos. Y en el caso de la Mujer Maravilla y yo fue exactamente así. Fue parte de un proceso de cura para mí.
El cine es muy importante en tu obra. ¿Cómo se fue construyendo esa relación?
Mi vínculo con las películas, con el cine en general, vino desde la infancia y se constituyó para mí en una especie de ventanita que me permitía ver qué había más allá de Resistencia, qué cosas pasaban en el mundo. El cine apareció en mi escritura en el año 2001, en plena crisis del país, en pleno derrumbe. Mientras iba casi cotidianamente a las marchas y participaba en asambleas, construí una especie de búnker en mi casa y con un proyector revisité mis películas más amadas. Y a partir de ahí empezó a surgir la necesidad de escribir sobre estas películas. El proyecto que me hice de antemano no coincidió con lo que después terminó pasando. Terminé escribiendo sobre películas que nunca hubiera pensado que escribiría y quizás los clásicos que eran este número puesto quedaron afuera de ese libro. Porque una no elige en la poesía sobre qué escribe o cómo escribe, sino que la escritura poética se escribe por sí misma, más allá de nuestra propia voluntad.
Te van a acompañar Paula Jiménez España y Thelma Fardín en la presentación de La Mujer Maravilla y yo. ¿Cómo surge tu relación con ellas?
Voy a estar acompañada por Paula Jiménez España, que es una amiga del alma, compañera y compinche en la poesía. Nos conocimos en la década del 90, una época súper desangelada, muy desesperanzada, y lo que nos unió fue el amor por la poesía. Ella tenía un barcito en pleno Palermo que no era este barrio fashion que conocemos ahora, era muy under. Y ahí organicé, junto con Paula y otras amigas muy queridas mis primeros ciclos de poesía y ahí leí mis primeros poemas y ella leyó sus primeros poemas.
En cuanto a Thelma, para mí es una referente, una de las mujeres más influyentes de este principio de siglo en Argentina. Creo que ha hecho por las mujeres, con el movimiento de mujeres una tarea inmensa. Es una chica 20 años menor que yo y que, sin embargo, a mí, y una buena parte de mi generación nos ha modificado la vida. Nos ha permitido ver y escuchar que era posible hablar de las cosas que nos habían pasado, que era posible hablar de esas cosas nuevamente, no desde el lugar de víctima, sino desde el lugar del sobreviviente, desde un lugar de poder, como ella lo hizo,apoyada por un colectivo y dispuesta a poner el cuerpo. Cuando supe que Thelma era lectora mía, inmediatamente me conecté con ella y le puse a disposición de ella todos mis libros como un regalo por todo lo que ella nos regaló. Y a partir de ahí, quedamos en relación en una relación muy amorosa, siempre a través de mensajes. No nos conocemos, nos vamos a conocer personalmente en Resistencia y pensé que era la persona indicada para escribir uno de los fragmentos de contratapa junto a Diana Bellesi. Por otro lado, Thelma es además poeta y me pareció muy interesante que venga a un festival de poesía. Estoy realmente muy feliz de tenerlas a ambas.
Agencia FOCO