El proyecto de colocación de esculturas en la ciudad de Resistencia trascendió la obra inaugurada en una vereda o cantero central con la creación de parques escultóricos.
Recordamos a uno que tuvo vida y gloria: el parque Aldo y Efraín Boglietti.
Señala Taverna Irigoyen: “Los parques y paseos ya no son más solamente los monumentos, la estatuaria ritual de bustos y gigantomaquias. Los ámbitos de la naturaleza se abren para nuevas proyecciones, para otros diálogos de materia y flora, para otros encuentros entre la mano de Dios y la mano del hombre”.
Era destino el solar lindante con los terrenos del Ferrocarril Santa Fe –el ángulo de las avenidas Sarmiento y Laprida-estar destinado a Palacio de tribunales. Mientras tanto, un comodato convirtió el estratégico lugar en un paseo escultórico.
Era el año 1997 y se preparaba Resistencia para el Gran Premio de Honor- Concurso de Escultura en Madera. Era el festejo por 10 años de concursos ininterrumpidos con la participación de los primeros premios de los certámenes anteriores. (Podemos recordar que el ganador del gran premio fue el holandés Serge Gangolf; ya Primer Premio del año 1994).
En ese marco festivo se inauguró el Parque de las Esculturas Aldo y Efraín Boglietti, con diseño del paisajista Pradial Gutiérrez y diseño de iluminación de Ernesto Diz. Teniendo la particularidad de que las diez obras realizadas en esa edición 1997, serían parte del espacio verde. Más otras esculturas de artistas invitados.
En un juego de lomadas y llanos, de árboles y plantas, coexistiendo con un antiguo edificio de la ciudad – altos muros, sin techos ya, pero de gran nobleza–, se dispersaban, monumentales, las obras de Jorge Gamarra, Carlos Díaz Navarro, Raúl “Pájaro” Gómez, Héctor Jhonson, Hernán Dompé, entre otros. Y produjo lo esperado: un espectacular escenario, una instancia escenográfica invitando al ocio y la belleza.
Pasó el tiempo y llegó el día en que comenzaría a levantarse el edificio de Justicia habiendo que devolver el espacio a su legítimo dueño, con igual predisposición de quien en su momento lo había prestado.
Sin embargo, ocurrió un hecho curioso: toda una sociedad desde los medios de comunicación entró en un debate y una crítica acerca de “la muerte anunciada” del parque, en una instancia donde el resistenciano no había valorado, se había apropiado de ese espacio escultórico. Desde intelectuales a vecinos activos pusieron su nota, su reflexión, sobre la necesidad de conservar un lugar ciudadano y artístico.
Y ese debate dio la prueba de cómo el resistenciano asumía una actitud protagónica en defensa del arte, prueba de cómo empezaba a entreverse una auténtica construcción identitaria acerca del arte como un bien de todos.
*Por Marcelo Nieto - Contenidos: Virgina Quirelli - Arte: Brian Ariel Dufek
Agencia Foco